Vienen estos últimos días cargaditos de especulaciones, polémicas, hechos, y palabras sin hechos, y alguna que otra apuesta visceral de futuro para la economía española.
Echamos un poquito de Trump, otro de la deuda de 5.000 millones de euros, un poco de pensiones, mezclamos con la idea de reformas laborales, y salpimentamos con reivindicaciones extemporáneas de partidos minoritarios que creen tener una marca de Mesías a lo Harry Potter… ¡y listo! ya tenemos debate para entretenernos hasta los presupuestos, que por cierto serán prorrogados para negociar otros en enero o febrero de 2017.
Aquí van las primeras propuestas de gobierno: subidas de sueldo a los funcionarios y subidas mínimas para los pensionistas que reclaman que la economía crece más que su pensión, al menos a ellos les suben, hay trabajadores que por la ineficacia del sistema de negociación llevan 3 años con su convenio paralizado y sin ver su nómina variar. Ya tenemos el primer dilema para un gobierno, ¿mantener electorado de millones de pensionistas o hacer sostenible el sistema de pensiones? Todo dependerá de lo cerca que estén las próximas elecciones.
Pero viene Europa soplando la nuca, y España se pregunta, ¿de dónde lo sacamos? Y empiezan los bandos a disparar cañones por banda a toda mecha, que si política social NO, que si a la empresas tampoco… ¿y al final qué? ¿Tendremos medidas viscerales para minorías o empezaremos a mirar por la economía de las familias y la clase media para rellenar el agujero? ¿Tocamos IVA e IRPF? ¿Impuesto de Sociedades en contra del criterio de liberación fiscal a PYMES para generar empleo?
Todos sabemos, por qué esos señores, padres e hijos de los “Pactos de Toledo”, insisten una y otra vez en que el sistema de pensiones falla por algoritmos demográficos, hay mucho pensionista (y lo que queda con la generación baby boom) y pocos nacimientos. Es entonces cuando me viene a la cabeza… ¿y si en lugar de tocar las rentas del trabajo, las acondicionamos a la situación actual y fomentamos la natalidad y el consumo?
Y ahora es cuando, a colación, saco la reciente sentencia del TSJ de la Comunidad de Madrid que hace una interpretación de la Ley del IRPF en contra del criterio recaudatorio de la agencia tributaria, el cual salió a la luz en 2013 indicando que las prestaciones de maternidad y paternidad debían tributar. Ahora el balón lo tiene el gobierno en su tejado para demostrar del lado de quién está, si de su afán recaudatorio por encima de todas las cosas, o del sentido común apostando por la sociedad.
¿No demostraría el gobierno voluntad política bajando a la realidad social y legislando integralmente para dar solución, no sólo a un caso particular, sino a muchas más áreas? Con una visión y pensamiento hacia la globalidad las medidas equitativas suponen un verdadero progreso y no un “roto para un descosío”, como dicen en mi pueblo.
Gravar las rentas del trabajo impide el consumo, y sin consumo las empresas no venden ni pueden contratar, y si no se da el caso de un aumento de la contratación, el paro aumenta y seguimos consumiendo menos, es una espiral multidisciplinar a la cual insuflando aire e invirtiendo la dirección podemos sacarle partido. Asimismo las familias, ante el creciente IPC, las subidas de cargas tributarias (Estatales, CCAA y locales) y el estancamiento de los salarios, se piensan mucho ampliar la familia.
Por todo esto, y en mi humilde opinión, aplaudiría un reparto equitativo de cargas, no se trata de cargar a las clases medias una y otra vez por el mero hecho de pagar religiosamente sus impuestos y por estar acostumbrados a ello. Se trata de que se pague en proporción a lo que se aporta a la sociedad y de lo que obtenemos de ella: si consumo y aporto lujos no básicos, deberé contribuir más para corregir ciertas desviaciones sociales a cubrir en el Estado de bienestar para aquellos con dificultades, si por el contrario aporto natalidad para estabilizar un país con un panorama descompensado demográficamente, deberé recibir y aportar en consonancia a mi beneficioso aporte a la sociedad; porque quien construye las sociedades son las personas, y las políticas deben adaptarse a ellas por encima de la degeneración de legislar para los intereses de lobbies y otros personajes fantásticos.
Conclusión, como fiel defensor de la familia como unidad de progreso social y económico, debemos invertir en fomentar el potencial de éstas para el despegue económico y conseguir estabilizar los sistemas de pensiones a medio largo plazo, eso sí, de la mano de otras propuestas complementarias que protejan las libertades de los individuos en igualdad de oportunidades (ya hablaremos de los sistemas de previsión social obligatorios como complemento a la pensión pública y de la mochila Austriaca en otro momento…)
ACERCA DEL AUTOR
Iván Rodríguez nació en Madrid, de ascendencia Abulense, es Diplomado en Relaciones Laborales en la Universidad Complutense de Madrid. Cursó Máster en Asesoría Jurídico laboral en el CEF. Trabaja actualmente como Graduado Social asesorando jurídicamente a empresas y trabajadores. Es experto en organización y dirección de equipos por su experiencia en diferentes organizaciones privadas, políticas y sociales. Fue candidato al congreso en las elecciones generales del 26-J por Ávila. Se define a sí mismo como fiel defensor de la libertades individuales, de la democracia y de la libertad de mercados con una justa intervención de los Estados para garantizar la igualdad y los derechos civiles.